¿Alguna vez ha conocido a personas que prosperan por medio de la mentira, el abuso o el fraude? ¿Alguna vez ha observado la sagacidad de muchos para hacer uso de medios injustos para obtener ventajas e inclinar la balanza hacia su propia conveniencia? El profeta Isaías nos da la promesa de que un Rey verdaderamente justo un día vendrá:
He aquí que para justicia reinará un rey . . . Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa . . . El ruin nunca más será llamado generoso, ni el tramposo será llamado espléndido . . . ¡Ay de ti, que saqueas, y nunca fuiste saqueado; que haces deslealtad, bien que nadie contra ti la hizo! Cuando acabes de saquear, serás tú saqueado; y cuando acabes de hacer deslealtad, se hará contra ti. Isaías 32:1-2, 5 y 33:1
Lamentablemente, la injusticia y el abuso son tan comunes en nuestros días que ocurren igual entre ricos y pobres y en personas de toda nacionalidad y trasfondo cultural. Para muchos de nosotros es fácil señalar la corrupción de los gobiernos y de personas puestas en posiciones de autoridad. Y esto tristemente es realidad. Muchos salen de sus países escapando de las consecuencias que la injusticia y la corrupción han creado. Abuso, racismo, falta de empleo, pobreza extrema, violencia y toda clase de males sociales son la consecuencia de decisiones humanas basadas en la avaricia, el engaño y el uso de todo tipo de medidas injustas para obtener ventaja y dominio sobre otros.
En Latinoamérica por muchos años se nos inculcó que la revolución de las masas habría de ser la esperanza de justicia para nuestras naciones. La esperanza era quitarle los medios de producción a los corruptos e injustos para ponerlos en las manos del pueblo. Lamentablemente, todas las experiencias revolucionarias en Latinoamérica, sin excepción, demostraron que en las revoluciones y procesos políticos solamente se sustituye la opresión de unos por otros. Cuando las viejas autoridades eran derrocadas, las nuevas repetían la corrupción y el abuso de sus antecesores. Para el latinoamericano la esperanza en los procesos revolucionarios o políticos resulta ser muy flaca.
Pero la misma realidad se presenta en los gobiernos de derecha dónde las leyes macroeconómicas del mercado rigen y el pez gordo se come al chico. Es estos gobiernos la justicia y la ley frecuentemente opera en favor del rico y el poderoso. Muchas personas enriquecen y obtienen posiciones de poder haciendo uso del engaño y de todo tipo de medidas injustas. Muchos “tramposos y ruines,” como dice el profeta Isaías, son reconocidos como “generosos y espléndidos” benefactores de la sociedad. Y la gente ciegamente pone su confianza en ellos.
Es fácil señalar la injusticia de las obras y acciones de todas estas personas porque a menudo somos víctimas de sus injusticias. Pero a nuestros propios ojos, nuestros propios esfuerzos por obtener ventajas y beneficios por medio de la injusticia nos parecen insignificantes. Por lo general no nos preocupa cuando la injusticia es nuestra, sólo la de los demás.
Por ejemplo, cuando somos tentados a hablar mal de los compañeros de trabajo con los jefes para obtener una mejor posición, mejor salario y prestaciones. Cuando mentimos para no pagar lo que debemos a una persona que nos hizo el favor de prestarnos en una necesidad. Cuando declaramos falsamente al gobierno para evitar pagar impuestos. Cuando mentimos para obtener un beneficio del gobierno o de alguna agencia de beneficencia. Cuando no trabajamos honestamente sino que flojeamos cuando no nos mira el jefe. Cuando engañamos a nuestra esposa o esposo coqueteando con otras personas. Cuando hacemos uso del abuso físico en el hogar, golpeando a nuestras esposas o hijos. Cuando abandonamos a nuestros padres en su vejez y pobreza.
El profeta Isaías anuncia la venida de un Rey verdaderamente justo. Este Rey será refugio de todos aquellos que sufren injusticias. Mire las imágenes tan evocativas y poéticas del profeta, él será “escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa.” Pero al mismo tiempo, este Rey también traerá juicio terrible contra todos los que han hecho injusticias.
Esta promesa es un dilema muy grande porque todos hemos sido, en algún momento de nuestra vida, víctimas de la injusticia pero, al mismo tiempo, todos hemos sido injustos victimarios de otros. Entonces, ¿cómo vamos a recibir los beneficios del gobierno justo de este Rey si sufriremos su venganza justa contra nuestras injusticias?
La respuesta es que este Rey ya vino y para resolver este dilema Él mismo se ofreció en sacrificio para recibir el castigo que nuestras injusticias merecen. Cuando el Señor Jesucristo murió, sobre su cruz fue colgado un letrero que describía los cargos en su contra. En el letrero se leía, “aquí está Jesús, el Rey de los judíos.” Él es el Rey humilde que vino por primera vez para sufrir el castigo que nuestras muchas injusticias merecen. Así que todo aquel que se acerca a Él en sincero arrepentimiento y fe, recibe perdón y misericordia.
Los que no se arrepienten, los que rehúsan la oferta de misericordia del Rey humilde, experimentarán su terrible enojo y venganza cuando Él venga por segunda vez a juzgar a todo aquel que “ama y hace mentira,” sean ricos o pobres, poderosos o insignificantes, de izquierda o derecha.
Es mi oración que usted reciba misericordia y no juicio, por ello le invito a arrepentirse y creer en Jesucristo. Esto es urgente, por favor no lo posponga más.
Le mando un abrazo,
Pastor Guillermo M.