“Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.” Isaías 25:7-9
En los primeros capítulos del libro de Isaías, el profeta es enviado con palabras de juicio de parte de Dios contra su pueblo Israel. El juicio viene por su injusticia, rebelión y desobediencia al pacto que Dios estableció con ellos por medio de Moisés. Dios ha levantado una nación poderosa, los Asirios, para traer guerra contra Israel. Al avanzar los capítulos, posteriormente Dios también envía al profeta con palabras de juicio en contra de la misma nación Asiria y contra las demás naciones que habitaban alrededor de Israel. Naciones como Filistea, Moab, Egipto, Etiopía y la misma Babilonia reciben advertencias de juicio de parte de Dios.
El juicio de Dios se relaciona con la justicia hacia el vulnerable, al pobre, el huérfano, la viuda, el inmigrante. (Isaías 25:4). Lo cual nos demuestra que Dios tiene derecho y autoridad absoluta sobre toda nación en la faz de la tierra porque Él es el creador y dador de vida de todo ser humano. Por tanto, sin importar lo que las personas crean o piensen, todo ser humano es responsable delante de Él.
Al llegar al capítulo 24 y 25, las referencias de juicio se generalizan contra todos los pueblos de la tierra. La justicia santa de Dios demanda destrucción total de todo lo que es indigno, injusto y pecaminoso. Todo lo que se rebela contra su santo carácter y su justicia está condenado a una justa destrucción. Lamentablemente, esta verdad pone a todo ser humano bajo condenación y juicio. Ningún ser humano queda excluido del juicio santo de Dios porque todos somos pecadores, Romanos 3:23 dice, “Por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios” y Romanos 6:23 afirma, “porque la paga del pecado es muerte. . .”
Pero aún en la advertencia de un juicio terrible, la misericordia de Dios resplandece como una fuente inagotable de esperanza. Él ha prometido que destruirá la muerte y enjugará toda lágrima del rostro de aquellos que son suyos. ¿Cómo puede Dios evitar la muerte de seres humanos pecaminosos y rebeldes sin dejar de lado su justicia, la cual clama destrucción contra todo pecado? ¿Puede el Dios justo ignorar la injusticia y rebelión de los pecadores sin dejar de ser justo?
La respuesta es absolutamente no. Dios nunca dejará de actuar con justicia. El pecado del ser humano clama castigo y la justicia de Dios demanda que el pecado sea castigado. Pero la solución que Dios da a este dilema es completamente asombrosa.
Él decide absorber sobre sí mismo el castigo que la maldad de los pecadores merece. Él envía al mundo a su Hijo amado, el Señor Jesucristo, quién vive una vida de completa perfección y se ofrece a sí mismo voluntariamente para sufrir el castigo que seres humanos pecaminosos, como usted y yo, merecemos. Ahí en la cruz, Dios juzga a su propio Hijo por nuestra maldad y por tanto la justicia de Dios contra el pecado queda satisfecha. Ahora, Dios puede ofrecer misericordia y perdón gratuito a los pecadores que se vuelvan en sincero arrepentimiento y fe, para confiar únicamente en el sacrificio perfecto que el Señor Jesucristo ofreció en la cruz por nuestros pecados.
Para aquellos que confían únicamente en Cristo, la promesa de victoria sobre la muerte y consolación de Dios es firme porque el Señor Jesucristo ha resucitado de entre los muertos. En su resurrección, Jesús venció la muerte y esta victoria nos ha dado una esperanza de vida eterna que nada puede derrotar.
Las lágrimas de aquellos que confían en Jesucristo serán enjugadas y su esperanza de salvación será gloriosa, “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.”
Es mi oración que usted confíe únicamente en Cristo, y pueda experimentar el gozo que sólo la esperanza de salvación en Cristo puede dar.
Que el Señor le bendiga,
Pastor Guillermo Márquez