Nosotros estamos en pecado, caídos y fuera de la gloria de Dios porque no le amamos ni guardamos sus mandamientos. Por ello estamos en una gran necesidad de un Salvador, uno que haga por nosotros lo que nosotros no podemos hacer. El Señor Jesucristo, el Siervo de Jehová, vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir, y murió la muerte que nosotros no podemos morir. Así, con su sufrimientos en la cruz, tomó nuestro castigo sobre sí mismo y nos abrió la puerta para recibir la gracia y el perdón de Dios.